Hay partidos que no defraudan. Que cumplen lo que prometen. Incluso cuando el resultado puede confundir a quienes no lo vieron. Huracán y Racing empataron cero a cero, pero hicieron un partidazo a la altura de lo que se esperaba. Pudo haber ganado el Globo y alejarse; también pudo haberlo ganado Racing y treparse a la punta. Nada de eso sucedió. Igualdad y conformidad en los dos lados.
El dron de la transmisión de TNT Sports remitía, casi inexorablemente, a ese histórico plano secuencia de la película El secreto de sus ojos: Huracán-Racing en un Ducó lleno y de noche. No hubo ninguna escena como en la que Benjamín Esposito (Ricardo Darín) y Pablo Sandoval (Guillermo Francella) buscan al asesino en la tribuna académica, básicamente porque no había hinchas visitantes, pero el marco del encuentro era el mismo. Y el Ducó, cuando está lleno, es quizás el estadio más lindo y romántico del fútbol argentino.
Si el contorno era ideal, lo que sucedió adentro, en el campo, fue casi igual. Es difícil que este Racing no tenga la posesión de la pelota, pero Huracán lo logró: le quitó la pelota desde el inicio, y controló el medio con el tándem William Alarcón y Federico Fattori, al que se le sumó el despliegue de Echeverría.